martes, 14 de agosto de 2018

La crisis.

Ese martes en la estación la volví a ver. Dormía sobre un cartón, envuelta en una vieja manta. A su lado, un perro parecía protegerla.
Yo no llevaba apuro. Ese día debía enviar telegramas de despido a la mitad del personal. La crisis. Mis pasos eran lentos. Llenaba mis pulmones con el aire frío y mis oídos, con las preocupaciones de los que me rodeaban. "Corrupción, se robaron todo, aborto legal o clandestino, pobreza, default, militares, ni una menos..."
Un chico pasó corriendo entre los adultos. Se disculpó con una señora por haberla atropellado y continuó sonriendo. Llevaba un sándwich en la mano. Se sentó junto al perro que lo recibió moviendo la cola. El pequeño partió el sándwich en tres y repartió su botín. Despertó a su madre —Mamá, buen día, esto es para vos.
La mujer le hizo un mimo en la cabeza y sus dedos se enredaron con los nudos de su cabello.
Desayunaron allí, al costado de la gente indiferente, de los que aún tenían un trabajo y una casa, de los que llevaban a sus hijos a la escuela.

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