martes, 18 de junio de 2019

Miles de vidas

Habían vivido juntos mil vidas.
La primera vez, ella lo había acompañado a cazar un mamut y luego, él la ayudó a buscar unas hierbas medicinales.
En otra ocasión, tuvieron que defender su aldea. En su afán por proteger a su pareja, él se interpuso entre ella y la espada enemiga. Murió.
Se volvieron a encontrar. Ella lo compró en el muelle, en una feria de esclavos.
Pero ahora, él no la halló. Encargó una escultura con la última imagen que guardaba su memoria: una mujer coqueta, de la alta sociedad. Cada tarde se escabullía en el jardín del Palacio para admirarla.

El mensaje

#micro100locura

"Papá, me secuestraron. Me están dando un suero".

—¡María, María! —Jorge sacudió a su esposa que dormía a su lado.
Él encendió la luz.
—¿Qué pasa? Me estás asustando.
—Es Carla. ¿Qué sabés de ella?
—Está viajando. En unas horas nuestra pequeña llegará a Córdoba.
—Fíjate —dijo y le extendió el móvil.

Jorge llamaba a la policía desde la cocina.

—¡No es su número! —gritó ella aliviada.
María marcó el contacto de su hija en el celular.
—¡No responde! —aulló.

—¿Por qué la dejaste ir sola? —preguntó desafiante con una cuchilla en la mano.

lunes, 10 de junio de 2019

Una ducha

Desafiné en la ducha un martes.
—Coronados de gloria vivamos, ¡o juremos con gloria morir, ¡o juremos con gloria morir!   
Mis compañeros después me contaron entre risas que mis alaridos los escuchaban desde la cocina de aquella casa. Ellos seguían devorando todo lo que estaba a su alcance.
Yo había entrado antes por mi condición de intérprete. Una vez que me aseguré que no había nadie allí les di la señal para que pasaran. No había radio transistores y eso nos aportó cierta tranquilidad.


La guerra se había extendido por setenta días y el futuro era incierto. La desnutrición y las bajas temperaturas eran enemigos tan tenaces como los otros.


Habíamos llegado al amanecer. Cuando se levantó el sol y se apoyó contra la pared de aquella casa ya nos habíamos ido. Oteábamos cada tanto en esa dirección.

viernes, 7 de junio de 2019

Despedida de soltero

La puerta del ascensor volvió a abrirse y cerrarse. Todos guardaron silencio pero Germán se fijó la hora y subió el volumen de Aventura, la canción de Winsin y Yandel. Una de las chicas se contorneaba sobre el regazo del dueño de casa.
Marisa llegó antes de lo previsto. Traspuso el umbral y azotó la puerta.
—¡¿Qué hacen?! ¡Te volviste loco, Germán!
—Te juro que no sé cómo llegaron estas mujeres. Íbamos a jugar al pócker. Después, confieso que me dejé llevar.
—¿Germán? —preguntó escandalizada la bailarina—. Nosotras fuimos contratadas para la despedida de soltero de Mateo. Pero nadie dijo nada. Pensábamos que vos eras el homenajeado.
Se incorporó y desapareció junto a su compañera. Se cambiaron en el baño mientras en la sala ardía Troya.
—¡Pero nadie dijo nada! ¿Qué pensaban? —dijo furiosa Marisa— Las dejaron pasar…
Germán se comunicó con la guardia del complejo de edificios. Entonces se enteró que las mujeres deberían haber ido al departamento 6 y no al suyo que era el 9.
—Las estaban esperando, señor. ¿Y ahora?
—Pero nadie dijo nada. Me metiste en un flor de quilombo con mi esposa.
Cuando Germán colgó el tubo ya no quedaba nadie.

Descartarse

Una voz melosa le respondió:
—Por $1500 lo que vos quieras, papi.
Jugaron a ser novios en un cuarto de hotel. Al marcharse, ella le dejó ver que no le había creído el verso de que era comerciante. Lo había reconocido: un viejo hombre de la política local. Era época de elecciones.
Él eligió callarla para siempre. Con sus manos alrededor del cuello le arrancó el último aliento y después descartó el cuerpo en un arroyo, en las puertas de la villa.

viernes, 31 de mayo de 2019

Una antigua historia de amor


El discípulo lo visitó en el calabozo. Ante la mirada burlona de los carceleros, el joven lloraba y le suplicaba a su maestro que optara por el destierro.
—Podrás vivir.
—Con la vergüenza. No, de ninguna manera.
—Viviríamos juntos. Lejos de todos, donde nadie nos reconozca.
—La vida de un paria no es vida. Te amo. Recuérdame.
Los guardias los separaron.
"¡Cicuta!" reverberó la petición del condenado.

jueves, 16 de mayo de 2019

El perro

Darío miraba de reojo la ventanilla del acompañante: el rastro de baba lo distraía. Volvía sin ese perro hijo de puta. Sentía alivio.
Dejó atrás la autopista y se internó en la ciudad, cargó combustible y llevó el auto a lavar.
Entró sin hacer ruido en la casa de Laura. Desde el pasillo veía los brillos  azules del televisor. Darío imaginó que su amiga se habría quedado dormida mirando una película. Apagó el aparato. No soportaba el parloteo sin sentido de las bailarinas de Tinelli. La estancia oscura, tenebrosa lo alegró. Sin embargo, encendió un velador y la despertó.
—Ya está —anunció.
—¿Se quedó bien?  —preguntó ella con curiosidad infantil.
—Sí —mintió—. Comamos.
Darío sirvió dos copas de vino y le alcanzó los frascos con pastillas.
—Tenés que darle una copia de la llave a tu amiga. Vos estás muy sola. No estás bien…
—… estás acá, ¿no?
—Ya te expliqué: me voy a la costa; vendí mi casa, tengo que desocuparla en la semana.
El hombre carraspeó y calculando el efecto que sus palabras podían provocar, dejó caer:
—Hace tiempo que te noto mal. Cada vez peor. Si existiera un manual para suicidas, creo que uno de los capítulos estaría dedicado a sus mascotas y a cómo se deshacen de ellas antes de dar el paso definitivo.
Silencio.
Tos.
Ella se atragantó con un bocado. Tosió. Tomó agua.
—Vos me encargaste que le buscara un hogar al perro.
—A John. Se llama John. Y no estoy pensando en nada… No es…
—¡Dale!


Darío se fue antes que ella saliera del baño.
Ya se había colocado el pijama y mientras se cepillaba los dientes pensaba lo fácil que había sido manipularla, enfermarla. Cerraba los ojos y recordaba las palabras, sus palabras, pronunciadas por ella como si se le hubieran ocurrido a la desgraciada. Tendría que apurarse a tirarla por la terraza o acabaría saltando sin ayuda. Él ya sabía que el entorno de Laura lo creería lejos, en Mar del Plata. No podía esperar.

9:11


Raúl tenía varios miles de suscriptores en su canal de YouTube, interesados en sus bromas telefónicas.
El último video recibió inmediatamente miles de visitas y comentarios pero, a diferencia de los anteriores, casi todos se centraron en un fenómeno extraño registrado en el minuto 9:11. Rodolfo, el osito de peluche lector que algún fan le ha obsequiado, de pronto giró sobre sí mismo.
Evidentemente el youtuber no se percató en el momento. Sin embargo, han transcurrido ya dos meses y no ha vuelto a subir contenido. Desapareció de las redes sociales.
Dross ya prepara un video para su canal titulado: El extraño caso del youtuber desaparecido.

lunes, 15 de abril de 2019

YouTube

—Te hice caso. Tomé valor y le pedí el divorcio —le dijo Adela a su amiga una vez que la camarera se alejó.
—Brindemos por eso —le respondió la otra alzando la pinta.
Después de varias rondas y fotos para Instagram las palabras se rebalsaban amargas y espumosas.
—Tendrías que haberlo escuchado: que de qué vas a vivir, que ya casi cumples 60 años y nadie te va a dar empleo y no sé cuántas cosas más.
La amiga, entre carcajadas le dijo:
—Si supiera lo que ganas en YouTube con tus vídeos de recetas…

jueves, 11 de abril de 2019

Su mejor historia



Siempre había sido un tipo con suerte. Tenía una casa soñada, una colección de autos de lujo, una carrera brillante como escritor, que lo había vuelto famoso en todo el mundo. Había recorrido cada rincón del planeta varias veces. 
El millón que acababa de ganar en el casino era otra confirmación de su suerte. Sin embargo, esa noche, al llegar a su casa, sintió que todo había cambiado. 
El tenía un secreto pero lo habían descubierto. Un pasado oscuro y siniestro presentado en forma de rompecabezas sobre la mesa de la cocina por un periodista ambicioso. El hombre había burlado la seguridad de su casa. Lo estaba esperando para chantajearlo. Lo miraba como lo hacen los predadores cuando sienten arrinconada a su presa. 
El escritor tragó saliva, le sirvió un whisky y se fue a meditar al baño, dejando al chantajista sólo en la planta baja.
El escritor sintió arcadas y vomitó, vaciando por completo el estómago. Analizaba las chances que tenía de salir airoso mientras se enjuagaba la boca. "Estás jodido". Hablaba con su imagen en el espejo.
No quería perder su reputación y buen nombre. 
Decidió resolverlo a su manera, una espectacular. Llamó a la policía advirtiendo que lo querían matar, que alguien había irrumpido en su propiedad y que no podía localizar a sus guardaespaldas. Susurraba al teléfono como lo haría cualquier persona asustada frente a esa situación que planteaba. 
Por último, salió a la terraza ubicada sobre el cuarto piso de la mansión y se tiró. El había decidido su final y de paso, algunas complicaciones para su antagonista.

martes, 9 de abril de 2019

Declaración de guerra





La NASA confirmó que el hombre pisará Marte en el año 2033. Reveló esta información muchos años antes de estar listos.

Las fotografías recibidas por el robot sirvieron para preparar a los cosmonautas que se aventuraron en tal misión. Sin embargo, dos días después de partir, la agencia norteamericana entró en crisis. El máximo responsable presentó su renuncia y un vocero, en rueda de prensa explicó que Curiosity había desaparecido en circunstancias alarmantes.

Los periodistas entrevistaron a expertos que analizaron la última imagen que envió a la NASA: tres figuras antropomorfas de frente y un resplandor surgido desde el interior de una cueva, unos pasos más atrás.

—La humanidad está en peligro y nuestro hombre se enfrentará sólo al enemigo —aseguraba Muñoz.
—La realidad supera la ficción. No se despeguen de sus pantallas. Los mantendremos informados —finalizaba así el noticiero la mujer que momentos antes de hablar con el reconocido ufólogo, se había emocionado en el estudio con la familia de uno de los astronautas que viajaban al planeta rojo.

viernes, 5 de abril de 2019

La aldea maldita

Llegó un nuevo sacerdote al pueblo. Había escuchado rumores o más bien le habían advertido sobre los hombres lobo, las brujas y otros seres perversos.
Estaba preparado con una buena cantidad de agua bendita. Rezaba y guardaba penitencia. Solo pudo dar responsos, y fueron varios. Murió al sexto día.
El cochero lo ayudó a descargar el equipaje.
—Gracias por todo. ¿Gusta una taza de café?
—No se ofenda, padre, pero no. Prefiero marcharme cuanto antes de esta aldea.
—Comprendo. Es tarde. Está anocheciendo.
—Exacto. Y hoy habrá luna llena.
El caballo relinchaba nervioso.
Apenas el muchacho subió al carro se alejó. Giró en U frente a la capilla.
Las huellas del animal en medio de los surcos de las ruedas quedaron en el barro.



Esa misma noche murió alguien. Los aldeanos murmuraban que se trataba del pistolero. Uno de ellos, el único dispuesto a tomar la justicia en sus manos, había sido cruelmente asesinado.
La viuda estaba embarazada. Lloraba junto al féretro abierto. Los vecinos se fueron acercando para darle sus condolencias. Todos se horrorizaron al ver la expresión de pánico del difunto: tez blanca como el marfil, ojos desorbitados, la boca abierta en un rictus de terror.
El hombre de sotana no conocía a nadie. Los observaba desde un rincón.
Llegó a la obvia conclusión que el médico debía de ser el hombre que le tomó el pulso a la viuda y le ofreció un vaso con agua y una pastilla.



Después del entierro las calles desoladas aumentaron la mala impresión que se había formado el religioso. La aldea maldita.
Él no lo sabía pero los pueblerinos se acusaban unos a otros. Algunos presentaban coartadas. Antes del crepúsculo decidieron colgar en la plaza a una anciana.



El alcalde votó por la mujer a la que acusó de bruja. Hubo varias quejas: “machista, misógino”, se escuchaba por lo bajo. Otros señalaban al cura, nuevo en el pueblo.
—Si fuera por eso tendríamos que colgar al cochero que lo trajo.
—Mmm. Y a usted —retrucó un señor canoso apoyado en su bastón—. Es extraño que haya llegado al pueblo con una excusa barata… ¿cuál era? Ah, sí. Ahora recuerdo: viajaba hacia el oeste a visitar a una hermana pero se enfermó. Ya pasaron quince días. Yo lo encuentro bastante sano. Claro que no soy doctor. ¿Qué hace todavía acá?
—Bueno. Tienen que creerme. Estoy buscando a alguien en particular. Soy cazador de cabezas.
Alrededor todo eran exclamaciones de asombro.
—Por eso les ruego que la ahorquemos —Sacó del bolsillo un papel doblado en cuatro con un retrato y el precio por su cabeza—. Es ella, una bruja con todas las de la ley. Hechiza y roba. Tenga cuidado, alcalde —Lo miró directamente a los ojos—. Por las noches vuela en su escoba y es capaz de abrir cualquier caja fuerte. Ya les ha robado al menos a dos alcaldes en pueblos vecinos.



El cuerpo inerte quedó colgando a la vista de todos. La tradición indicaba que permanecería así tres días.



El carcelero apresó a un hombre y lo interrogó. Él buscaba a una bestia. Alguien que por las noches de luna llena se transformara en hombre lobo. Había visto de cerca el cadáver del pistolero: no sólo inmortalizó el terror en sus gestos; a la víctima le faltaba una pierna. Alguien o algo devoraba carne humana. No creía posible que se tratara de una vulgar ladrona, por más bruja que fuera. El carcelero buscaba acabar con un mal peor.



Sin nada que hacer por evitarlo, a medianoche se transformó el preso. Andaba en cuatro patas dando vueltas por su jaula, dejando un rastro de saliva ante la mirada atónita de su captor.
El gordo se alejó de las rejas y le apuntó. El estruendo se escuchó hasta en los confines del pueblo.
Fue precisamente ese ruido el que alteró a Franco, un joven enamorado que a hurtadillas había salido de su casa para verla a su novia. Se volteó y lo vio. Un hombre lobo se abalanzó sobre él. Lo despedazó.



Durante la mañana los vecinos colgaron al padre del lobizón. La opinión generalizada era que no supo cumplir adecuadamente su rol. El castigo: pena de muerte.
La novia lloraba. La madre del muchacho, también. Otra viuda.



El sacerdote escribió una carta pidiendo su reemplazo. Quería abandonar definitivamente la aldea. Sin embargo, no encontró más destino que una muerte cruel. Las fauces del monstruo lo mutilaron.

jueves, 4 de abril de 2019

Una fuerza aterradora

#TerrorBreve
#Aeternum

—¡Ayuda! —grita una niña al pasar a tu lado.
Algo la estrella contra un automóvil.

jueves, 14 de marzo de 2019

Un superhéroe de vecino.



La verdulera del barrio se sorprendió al verlo pasar a León aquel lunes. No lucía ninguno de sus trajes caros de abogado a punto de jubilarse. Llevaba, sin embargo, el portafolio en la mano y unos zapatos negros bien lustrados.
“Se volvió loco. ¿Acaso piensa ir al juzgado o a la cárcel a visitar a un cliente así? Pero, pero… Y además, ¿a qué hora se habrá levantado para pintarse?”, se escandalizaba la mujer y se tapaba la boca para que no se le viera la manzana a medio comer.
León parecía el Increíble Hulk canoso y panzón. Un diminuto slip cubría sus genitales y encima, la pintura azul simulaba el jean roto del superhéroe y la pintura verde cubría el resto del cuerpo.
Muchos vecinos filmaron con sus celulares el momento exacto donde un policía lo detenía. El espectáculo se viralizó rápidamente.

sábado, 9 de marzo de 2019

El criadero.

Bianca abrió los ojos y se estiró.
—Oaaa…
Entonces se giró y leyó un recorte periodístico: “El asteroide impactará con la Tierra en unos meses”. Las paredes de aquella habitación estaban empapeladas en blanco y negro con esa información en todos los idiomas terrícolas.
—Ya pasó —le dijo John intentando pronunciar adecuadamente.
Él estaba recostado a su lado, observándola.
—¿Sucedió? —preguntó ella entre incrédula y asombrada— Did that just happen?
—Duì —intervino Mêi Líng desde otro colchón.


Algo le habían dado a Bianca en la enfermería. Les hacían eso a las embarazadas: bloqueaban o anulaban sus recuerdos y emociones. Tanto que la argentina se sorprendió al sentir las patadas de su bebé dentro de su vientre pero no mostró más que asombro y curiosidad.


John y Mêi se miraron resignados y aunque sabían que no haría la diferencia, se lo contaron:
—Nos secuestraron. Estamos lejos de la Tierra. De hecho, no existe más nuestro planeta —dijo él.
—Nos crían. No sabemos para qué pero sospechamos que se alimentan de nuestra carne —dijo ella apoyando una mano sobre la barriga de Bianca.

jueves, 31 de enero de 2019

Tras el asesino serial.

Desde que lo echaron de la policía Ramiro había vivido en esa casa abandonada. Las telarañas simulaban un cielorraso más bajo. Todavía no había limpiado, para qué. Eso no le preocupaba.
Su mayor problema: no recordar. Se obsesionaba pensando: “¿cómo voy a descubrir al depravado asesino si no logro averiguar quién soy yo en realidad?”.
El primer día se paró frente al espejo del baño. Nunca más. Una experiencia aterradora aunque no la peor de su vida, y después de todo, ya era un adulto.
El sujeto al otro lado de la  superficie pulida no imitaba los movimientos que él hacía intencionadamente. Su reflejo lo miraba extrañado. La piña que no llegó a sentir hizo estallar el espejo en miles de pedazos. Cada pedazo contenía una imagen distinta. Relucían muchos ojos iguales: marrones, enmarcados por unas cejas canosas. “¿Cuál soy?”, se preguntaba. En un ángulo apareció el marco de la puerta y la mitad de una persona enmascarada. Por la perspectiva, el tipo era alto y robusto. Sólo se veían los ojos detrás de la máscara. Ojos blancos, brillantes y, carentes de pupilas. La bestia respiraba como si se tratase de un ataque de asma. Él podría jurar que ya antes se había enfrentado a ese monstruo. El silbido de aquellos pulmones le trajo recuerdos.
Valiente se dio la vuelta, pero no había nadie con él. Las piernas se le aflojaron, un sudor frío le empapó la remera que se adhirió como una segunda piel y cayó de espaldas.
Como si se tratase de una tortura china, las gotas repiqueteando en el lavatorio al principio pasaron casi desapercibidas pero terminaron molestando.
Tendido en medio de los cristales se esforzaba por hacer memoria: esa careta, esos ojos los reconocía. “¿Será el asesino que busco?”
El ruido lo alteraba.



Habían transcurrido cuarenta y cinco años. Por poco no escapa. No se acuerda: estrés postraumático.
Él era un niño cuando aquel sociópata lo secuestró y lo dejó en el bosque junto a otras tres víctimas.
La mayor de las cuatro, Laura, sabía algo de primeros auxilios. Eso fue determinante; sin su ayuda, uno de los chicos se habría desangrado —el hacker—. El niño había sido alcanzado por unos dientes acerados. Algo o alguien había desviado al desquiciado asesino. La muchacha entonces improvisó un torniquete que contuvo la hemorragia del herido.
El Enano —así lo llamaron al experto en tecnología e informática— había desbloqueado el portón, que contaba con una cerradura cifrada. Lo hizo en el último segundo. Si hubiera demorado un poco más, no hubiesen salido con vida de aquel bosque.
El enmascarado los había capturado y abandonado a su suerte. Solo les dijo que los mataría antes del amanecer. Muy cerca estuvo de cumplir su amenaza.
Los chicos nunca antes se habían visto. No se conocían. Sin embargo, implementaron una estrategia. Cada quien aportó sus habilidades como un verdadero equipo.
Ramiro entonces —como ahora— se moría de miedo, pero lo distrajo para ganar tiempo. En medio de una espesa niebla corría eludiendo árboles y raíces que jugaban a faulearlo. El tipo lo perseguía. Lo alcanzaba. Ramiro llegó a creer que aquel poseía visión infrarroja o la capacidad del murciélago y se valía de la ecolocalización.
El criminal no daba ni un paso en falso a pesar de la ceguera. Blandía sobre su cabeza un serrucho con más dientes que un tiburón.
La noche en cuestión, entre la respiración silbante del tipo que se acercaba, el metal cortando el aire y los latidos rabiosos del pequeño no se escuchaba el silencio.
Tal vez se haya tratado de una prueba piloto, sus primeras víctimas. Hubo más, muchas más.



Eventualmente le tocó a Ramiro investigar un caso de cuatro menores desaparecidos el mismo día. Sobre un mapa trazó una cruz: en el centro se hallaba el maldito bosque y quedaba en una posición equidistante de las casas de los pequeños secuestrados. No pudo salvarlos. Se obsesionó. Se volvió loco.
Sólo tenía una cosa en mente: cazarlo.


Laura y el Enano se habían mantenido en contacto. Ella se había jubilado antes de fin de año. A lo largo de su carrera como médica forense había visto cosas horrorosas pero, lo más siniestro: esos cuerpitos carbonizados. Siempre de a cuatro, siempre en algún bosque. Los casos la encontraban allí donde se mudara.
El hacker había desarrollado una aplicación para celulares que permitía a los padres acceder a la cámara y al micrófono de los móviles aún apagados de los hijos.



La señal de alarma se activó. Cuatro adolescentes secuestrados en menos de una hora. Cada quien representaba un punto cardinal del pinar.
La doctora y el cibernético se encontraron con el desprestigiado policía. El tiempo no estaba de su lado. Poco faltaba para el amanecer. Extraviados por ahí debía de haber unos niños asustados, muy asustados —y un asesino—.
Ramiro los vio y fue como encontrar las piezas del rompecabezas que le faltaban. Todo encajó perfectamente. El Enano se le arrimó rengueando y se abrazaron. Laura sonrió nerviosa.
El hacker les enseñó la ubicación de los niños en una pantalla; la señal del GPS de cada uno de los móviles titilaba. Les pasó los auriculares a sus compañeros. Escucharon por turnos los susurros desesperados de los pequeños.
Llegaron justo cuando una de las víctimas aullaba y se arrastraba por el barro intentando alejarse del loco. Aquel se le acercaba con el serrucho en alto para darle el golpe final.
Una pluma azul se elevó desde el caño de la 9 milímetros de Ramiro. El estruendo aturdió a todos. El segundo disparo fue definitivo y sin embargo, le vació el cargador en el cráneo.



viernes, 25 de enero de 2019

¿Será real?

Justo cuando todos pensaron que sería la última expedición llegaron las sorprendentes imágenes de la sonda. Pirámides. Nadie esperaba encontrar algo así en aquellas lunas de Urano; menos aún el presidente de Estados Unidos que había manifestado en un discurso la voluntad de desarticular la NASA. ¿Casualidad?

martes, 15 de enero de 2019

Escándalo en la Feria del Libro de Buenos Aires.

 La primera vez que Román cubrió el turno de la noche en el hospital psiquiátrico, ustedes le contaron toda clase de historias. Él me confió algunas. Estaba realmente conmovido, atemorizado. Tanto es así que a partir de entonces se negó a usar el móvil. Lo desarmó. Me alentaba para que yo hiciera lo mismo.
—A través de la tecnología te controlan. Saben tu ubicación. Pueden transportarte.
—¡¿A dónde, hijo?!, ¡¿quiénes?!
—¿No escuchaste hablar del multiverso, ma? De pronto aparecés en un universo paralelo. Pasa todo el tiempo. Llegues a donde llegues, lo más probable es que te encierren en un manicomio.
—¿De dónde sacaste esas ideas?
—Milton y Sanders escribieron un libro sobre esto. Donde trabajo hay una persona que no está loca y que asegura tener pruebas. Ella nació en otro…
 Lo interrumpí. No quería escucharlo más.
 Ahora está desaparecido. Si mañana no regresa los voy a denunciar. Sé dónde encontrarlos: en la Feria del Libro de Buenos Aires, hijos de puta. Le llenaron la cabeza. Son capaces de cualquier cosa con tal de promocionar su obra.

lunes, 14 de enero de 2019

La paciente de Jung.



  La joven estaba sentada en un tradicional café de Zúrich desde hacía una hora. Le daba la espalda a la entrada.
—Mozo, otro café con crema, por favor —dijo apoyando su bolígrafo sobre un pequeño cuaderno.
 Había estado describiendo a dos personas que conversaban a unas mesas de distancia. Había tomado nota de las apariencias e incluso, de los timbres y tonos de las voces, los peculiares movimientos de las manos al hablar o sus posiciones en el momento de escuchar, las miradas y otros detalles. Con otro tipo de letra había registrado palabras sueltas.
 Tenía los personajes principales para escribir una novela. Cuando llegó a su casa, volvió a sentarse con su bolígrafo en mano frente a una página en blanco. Les puso nombres y les inventó un pasado y un futuro a cada uno.
 Volcaría sus propias frustraciones, temores y vicios en uno de ellos, o tal vez, los repartiría para no agobiar a ninguno de los dos. Los metería en problemas. Y al final, tal como había hecho Jung con ella al cabo de 90 sesiones, los ayudaría para aceptarse, valorarse y superar cualquier obstáculo.
 El último gran consejo que su terapeuta le había dado era justamente escribir: podían ser su sueños, los que recordara al despertar o sus anhelos o sus recuerdos más traumáticos.
  Esta sería su tercera novela. Las otras dos habían tenido muy buena recepción por parte del público. No había seguido el mismo proceso creativo pero, la constante había sido escribir sin censura. No había editado hasta no haber terminado sus obras.
 Los que se acercaban a pedirle un autógrafo en las presentaciones de sus libros la felicitaban y agradecían por mostrar a unos personajes tan grises como ellos, tan llenos de luces y sombras.

sábado, 12 de enero de 2019

El código.



Como tantos otros descubrimientos, este también fue azaroso. Sin embargo, Carlan, el gran filósofo y escritor del siglo XXV, supuso que su vida corría riesgos y dejó un mensaje en clave.
“Los reptilianos gobiernan el mundo y someten a la humanidad a la ignorancia para evitar su evolución”.
El código para poder interpretarla correctamente se hallaba en las letras de Queen, banda que escuchaba al momento de desaparecer.
Algunos creen que descubrió un portal y se halla en un mundo paralelo. Otros son más pesimistas.

miércoles, 9 de enero de 2019

Las dudas de Ángel.

Al terminar su turno Ángel se dedicó a escuchar las entrevistas que había grabado. Esa era su costumbre desde hacía años.
 Se desplomó sobre una silla en la penumbra de su cocina con un vaso de whisky en la mano. Encendió un Marlboro.
 Algo le preocupaba. Su primera impresión había sido considerar el caso de Iván como un intento de asesinato. Las palabras de Marta, su novia y de Matilde, la hija de la mujer, lo condujeron en esa dirección.

—¿Quién quedó en la casa después que se fueron tus invitados, después de soplar las velitas y comer torta?
—Mi papá.
   Marta había interrumpido a su hija.
—¿Qué te dije sobre mentir? Papá no viene a casa y lo sabés.
  A partir de ese momento la criatura se metió el pulgar en la boca y no volvió a hablar.
  Él la había increpado a la señora y después la había esperado en el umbral a que dejara de reprenderla y lo acompañara al patio.
 La mujer volvió a asegurarle que Carlos Rot, su exmarido no tenía contacto con ellas. “Matilde imagina cosas. Es chica y se niega a aceptar el abandono”, le había dicho.

  Ángel reconstruyó la escena que tuvo lugar en la casa de Marta, más precisamente en la cocina. El tipo había llegado alrededor de las 22:45, según había precisado Marta. Ella había subido a la habitación de su hija para corroborar que durmiera. Según recordó Iván, al ser interrogado en el hospital, Marta no bajó enseguida. Alguien lo golpeó por detrás con fuerza, con un objeto contundente.

   Se sirvió otro vaso de whisky y vació el cenicero. Falló el primer intento de encender un cigarrillo. Eso lo llevó a recordar al vecino curioso que se acercó a la casa de Marta para brindar su testimonio y que le había ofrecido fuego. “Me pareció escuchar gritos. Y justo cuando doblé en la esquina un auto salió arando. Estoy casi seguro que había estado frente a esta propiedad”. El chismoso tenía un perro al que paseaba cada noche o algo así creía recordar Ángel. Buscó la nota en la libreta. Con la claridad del alba pudo leer perfectamente. El hombre vivía a dos casas de la de Marta y le parecía que los sucesos que relató tuvieron lugar minutos antes de medianoche. No pudo reconocer marca ni modelo del auto y tampoco pudo aportar datos de la patente.

   El llamado al 911 lo hizo Marta. El registro indica que se realizó a las 23:57.

  Algo estaba mal. Había piezas del rompecabezas que no encajaban. Le molestaba el estado de whatsapp de Marta: demasiado despreocupado minutos después de haber descubierto a su novio ensangrentado e inconsciente en el piso de su cocina. Las conversaciones con sus amigas giraban en torno a unas vacaciones a una playa caribeña. Cerró los ojos y recreó en su mente la habitación de la pequeña. ¡Uala! Una valija detrás de la puerta. Eso por si solo no era gran cosa. Pero, el golpe en la cabeza de Iván no fue mortal y tal vez, la intención fuera la de aparentar un homicidio fallido. La idea llegó de pronto cuando la víctima le preguntó por dos cajas de metal de su camioneta. Faltaban. ¿Robo? ¿Autorrobo?

—¿Qué contenían esas cajas, Iván?
—Metal precioso. Lo transportaba. Siempre me escolta en otro vehículo un hombre de seguridad pero justo anoche me avisaron que no iba a ser posible.
—Una última pregunta: ¿Lo conoce a Carlos Rot? —le preguntó Ángel mostrándole una fotografía.
—Charly. Sí, claro. Lo conocí en Alcohólicos Anónimos. ¿Por?

El detective anotó en su libreta amarilla una lista de cosas por hacer:
  • Buscar huellas dactilares de Carlos Rot en la casa de Marta.
  • Entrevistar al jefe de Iván.
  • Conversar con las amigas de Marta.
  • No perderlos de vista en el corto y mediano plazo.



martes, 1 de enero de 2019

La maldición familiar.


 “Si muero a causa del fuego a mis 53 años te ruego que me creas: las mujeres de mi familia estamos malditas. Salvá a nuestra hija. Rompé la maldición”.
 Santiago encontró la nota en un papel que había dejado de ser blanco hacía ya mucho. Micaela la había conservado junto con los primeros escarpines de Cecilia y unos documentos que le había dejado la madre antes de fallecer a la temprana edad de 53 años. No reconoció la letra. Las palabras eran muy generales: no había nombres propios. La podría haber escrito cualquier mujer pariente de Micaela.
 En medio del duelo recordó la desilusión de su esposa al enterarse que esperaban a una niña, días después de enterrar a su suegra.
 Su esposa, antes de su último cumpleaños, había hecho renovar la instalación eléctrica y la conexión de gas de todo el departamento. Tomó muchos recaudos, incluso contrató una póliza de vida. Sin embargo, al destino no se lo puede engañar. No tuvo escapatoria cuando el boliche, escenario de un gran show, fue devorado por las llamas.