martes, 18 de junio de 2019

Miles de vidas

Habían vivido juntos mil vidas.
La primera vez, ella lo había acompañado a cazar un mamut y luego, él la ayudó a buscar unas hierbas medicinales.
En otra ocasión, tuvieron que defender su aldea. En su afán por proteger a su pareja, él se interpuso entre ella y la espada enemiga. Murió.
Se volvieron a encontrar. Ella lo compró en el muelle, en una feria de esclavos.
Pero ahora, él no la halló. Encargó una escultura con la última imagen que guardaba su memoria: una mujer coqueta, de la alta sociedad. Cada tarde se escabullía en el jardín del Palacio para admirarla.

El mensaje

#micro100locura

"Papá, me secuestraron. Me están dando un suero".

—¡María, María! —Jorge sacudió a su esposa que dormía a su lado.
Él encendió la luz.
—¿Qué pasa? Me estás asustando.
—Es Carla. ¿Qué sabés de ella?
—Está viajando. En unas horas nuestra pequeña llegará a Córdoba.
—Fíjate —dijo y le extendió el móvil.

Jorge llamaba a la policía desde la cocina.

—¡No es su número! —gritó ella aliviada.
María marcó el contacto de su hija en el celular.
—¡No responde! —aulló.

—¿Por qué la dejaste ir sola? —preguntó desafiante con una cuchilla en la mano.

lunes, 10 de junio de 2019

Una ducha

Desafiné en la ducha un martes.
—Coronados de gloria vivamos, ¡o juremos con gloria morir, ¡o juremos con gloria morir!   
Mis compañeros después me contaron entre risas que mis alaridos los escuchaban desde la cocina de aquella casa. Ellos seguían devorando todo lo que estaba a su alcance.
Yo había entrado antes por mi condición de intérprete. Una vez que me aseguré que no había nadie allí les di la señal para que pasaran. No había radio transistores y eso nos aportó cierta tranquilidad.


La guerra se había extendido por setenta días y el futuro era incierto. La desnutrición y las bajas temperaturas eran enemigos tan tenaces como los otros.


Habíamos llegado al amanecer. Cuando se levantó el sol y se apoyó contra la pared de aquella casa ya nos habíamos ido. Oteábamos cada tanto en esa dirección.

viernes, 7 de junio de 2019

Despedida de soltero

La puerta del ascensor volvió a abrirse y cerrarse. Todos guardaron silencio pero Germán se fijó la hora y subió el volumen de Aventura, la canción de Winsin y Yandel. Una de las chicas se contorneaba sobre el regazo del dueño de casa.
Marisa llegó antes de lo previsto. Traspuso el umbral y azotó la puerta.
—¡¿Qué hacen?! ¡Te volviste loco, Germán!
—Te juro que no sé cómo llegaron estas mujeres. Íbamos a jugar al pócker. Después, confieso que me dejé llevar.
—¿Germán? —preguntó escandalizada la bailarina—. Nosotras fuimos contratadas para la despedida de soltero de Mateo. Pero nadie dijo nada. Pensábamos que vos eras el homenajeado.
Se incorporó y desapareció junto a su compañera. Se cambiaron en el baño mientras en la sala ardía Troya.
—¡Pero nadie dijo nada! ¿Qué pensaban? —dijo furiosa Marisa— Las dejaron pasar…
Germán se comunicó con la guardia del complejo de edificios. Entonces se enteró que las mujeres deberían haber ido al departamento 6 y no al suyo que era el 9.
—Las estaban esperando, señor. ¿Y ahora?
—Pero nadie dijo nada. Me metiste en un flor de quilombo con mi esposa.
Cuando Germán colgó el tubo ya no quedaba nadie.

Descartarse

Una voz melosa le respondió:
—Por $1500 lo que vos quieras, papi.
Jugaron a ser novios en un cuarto de hotel. Al marcharse, ella le dejó ver que no le había creído el verso de que era comerciante. Lo había reconocido: un viejo hombre de la política local. Era época de elecciones.
Él eligió callarla para siempre. Con sus manos alrededor del cuello le arrancó el último aliento y después descartó el cuerpo en un arroyo, en las puertas de la villa.