lunes, 10 de junio de 2019

Una ducha

Desafiné en la ducha un martes.
—Coronados de gloria vivamos, ¡o juremos con gloria morir, ¡o juremos con gloria morir!   
Mis compañeros después me contaron entre risas que mis alaridos los escuchaban desde la cocina de aquella casa. Ellos seguían devorando todo lo que estaba a su alcance.
Yo había entrado antes por mi condición de intérprete. Una vez que me aseguré que no había nadie allí les di la señal para que pasaran. No había radio transistores y eso nos aportó cierta tranquilidad.


La guerra se había extendido por setenta días y el futuro era incierto. La desnutrición y las bajas temperaturas eran enemigos tan tenaces como los otros.


Habíamos llegado al amanecer. Cuando se levantó el sol y se apoyó contra la pared de aquella casa ya nos habíamos ido. Oteábamos cada tanto en esa dirección.

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