viernes, 21 de septiembre de 2018

La presencia.


—Parece que va a llover —dijo Javier en voz alta, extrañado por la sequedad de su boca.
Miraba hipnotizado el cielo plomizo desde el balcón de su departamento. Adentro aullaba Max con cada trueno y buscaba refugio bajo el brazo de Lucía, su pequeña hermana.
 Ella entonces dejaba por un momento el álbum de fotos y lo acariciaba.
—No tengas miedo. Tranquilo. Mamá pronto va a llegar —dijo ella con dulzura, hablando serenamente.
—¿Max? —lo llamó él.
  El perro con la cabeza gacha parado frente a la niña, respondió con ladridos.
 Javier pasó a su lado y se detuvo frente a la puerta. Quería bajar a comprar cigarrillos y pensó llevar a su fiel compañero.
  El perro lo seguía con la mirada. Se le erizaron los vellos. Cuando la cadena de paseo se movió, él lloriqueó y la miró a la pequeña intranquilo.
 Ella, ajena a la situación, había vuelto a las últimas vacaciones, a las fotos en la playa, al abrazo con su hermano mayor. Lo extrañaba.
—No pasa nada, Max. Es sólo un poco de viento —dijo mientras se levantaba del sillón para cerrar la ventana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario