martes, 18 de septiembre de 2018

Una escena de terror.

—No me olvides —aulló la muchacha mientras era arrastrada por el suelo pedregoso. Las botas de sus torturadores hacían eco del otro lado de la pared, donde un joven arañaba las piedras tratando en vano de alcanzarla.
 La sangre alimentó un río y manchó para siempre la conciencia del recién iniciado. 
—Excelente trabajo, cabo —le dijeron mientras le palmeaban la espalda. 
 Cada noche desde entonces, el uniformado sueña con aquellos ojos verdes que se secaron posados con horror en él.

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