lunes, 20 de enero de 2020

Todo cambia

Todo cambia

Ese día todos en el aula se dieron vuelta para mirarla. Lorena se sentaba en el último banco en la fila más alejada de la puerta del salón de clases. La profesora de Historia saludó al entrar e inmediatamente le llamó la atención:
—Ibañez, sáquese la gorra. ¿Qué se piensa?
Jamás un profesor se había quejado de ella. Lorena era una alumna de diez, tímida y bastante solitaria. Faltaban unos meses para que se acabaran las clases y entonces, una reprimenda.
Ella manoteó la visera y con un movimiento delicado dejó su cabeza descubierta. Largos mechones negros se desprendieron. Con la vista al frente y los ojos empañados Lorena pretendía que todo siguiera igual, que nadie se fijara en los signos de su lucha. Fue imposible.
—¿Qué tenés? ¿Qué te pasó? —murmuraron todos al unísono.
Ella no respondió. Se incorporó y salió con su mochila al hombro y el gorro en la mano. La profesora le hizo un gesto apenada como disculpándose. La muchacha se retiró del establecimiento.
Las preguntas recayeron en Daniela, su compañera de banco y mejor amiga.
—Está muy mal, chicos. Le hacen quimio tres veces por semana. Pero la realidad es que el pronóstico no es alentador. Lore no quería que lo supieran.
Las clases ese día se suspendieron. Una psicóloga improvisó una reunión con los alumnos que cursaban el último año. Ese día todos lloraron la finitud de la vida, la maldita enfermedad: cáncer. Al final se pusieron de acuerdo en anticipar el baile de fin de año.
La fiesta de graduación fue multitudinaria. Los compañeros, más unidos que nunca, bailaron toda la noche. Las fotos y videos dan cuenta de mágicos momentos.
Pasaron diez años. Hoy, cuando se vuelvan a reunir en Santa Cruz van a revivir anécdotas. Ya confirmaron todos, incluso Daniela viaja desde España para compartir otra noche con sus excompañeros. La única ausencia será la de Lorena que falleció unos días después de recibir el diploma.

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