sábado, 3 de noviembre de 2018

La trampa.

—Jefe, una nueva víctima —dijo entre tos y tos Antonio por teléfono.
—¿Cómo? No le entiendo. Hable claro.
—Un segundo —se excusó mientras se alejaba del cuerpo sin vida de una adolescente—. Tenía un pañuelo en la nariz que me cubría también la boca. El olor es nauseabundo. Debe haber estado acá unos cuantos días.
—¿Acá dónde?
—En el tanque de agua de una escuela.
—¡Maldición!
—Adivine… el asesino se volvió a llevar otro souvenir.
—Voy a convocar una rueda de prensa. Le vamos a tender una trampa.
—Nuestros peritos determinaron que su muerte se debió a causas naturales. Sus restos serán velados hoy en su casa.
 
En medio de los deudos se encontraban algunos agentes de civil. Llegaron amigos y compañeros de la joven para despedirse. Unos a otros se miraban extrañados cuando entre ellos se abrió paso una muchacha como de su edad, vestida de negro con medias bucaneras agujereadas y los ojos delineados profusamente. Se acercó al cadáver. Se inclinó sobre el mismo. Apoyó sus labios sobre los otros e intentó abrirle la boca ante la mirada atónita de todos.
—Yo le saqué la lengua. ¿Por qué dijeron que su muerte fue natural? —chilló.

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