lunes, 29 de octubre de 2018

El plan B.

 Estaba tan aterrado que los seguí sin hacer preguntas. Ellos parecían conocer el lugar.
 El sol se pondría en media hora. La brisa estaba cargada de olor a plástico quemado. La nube negra crecía a nuestras espaldas.
—Esto va a llamar la atención. No tardarán en llegar los bomberos —susurré agitado por la carrera.
—No había tiempo para pensar en cómo deshacerse de esos malditos.
 Ellos también estaban preocupados. Las cosas se habían salido de control. No teníamos un plan B. Habíamos logrado hacernos con un botín millonario en unas horas.
“Entramos por los fondos, los sorprendemos dormidos, los atamos y amordazamos. Mientras uno embolsa billetes y joyas, los otros hacen lo mismo en las casas vecinas. Dos horas máximo”, repasaba el plan en mi mente. Nada iba a salir mal. No mataríamos a nadie. Eso nos había dicho Adrián.
 Un infarto. Un maldito infarto. Adrián se había quedado solo en esa casa. Nos pidió ayuda para cargar los cuerpos en el baúl del auto. Abrimos el portón y salimos de allí en dos vehículos: en el que habíamos llegado y en el de esa pareja. A la mujer la había apuñalado. Según nos contó, ella estuvo a punto de apretar el botón antipánico. Nos dijo que no nos convenía que relacionaran el robo con las muertes porque de atraparnos, nos darían muchos más años de prisión.
 Yo no le creo. Pienso que Adrián tenía otras intenciones. Lo vi en sus ojos, en su mirada fría y distante cuando nos metieron en los patrulleros. La cárcel no es un sitio agradable. “No pienso quedarme un día más. Voy a colaborar y aceptar el trato que me ofrecieron. Sí. Sí, eso es. Ese hijo de mil… él haría cualquier cosa por zafar. No. No, no no. Que no lo escuchen. Los va a engañar. Capaz me culpa a mí el bastardo”.
—Señor, le pido que escriba exactamente lo que voy a dictarle —me ordenó la detective.
Yo temblaba. Reconocí esas palabras. Eran mías. “¿Cómo llegó a sus manos la carta que le había escrito a Adrián?”
 “Nos fugamos juntos. Por fin vamos a vivir nuestra vida lejos de todos, en especial de tu esposa. Te amo, Chachi”.
—Ese era el apodo del dueño de la casa. Usted lo conocía, tenían un romance. ¿Qué pasó? ¿Se murió y decidió matar a la esposa? ¿Se frustraron sus planes?
 Recién entonces lo entendí todo. Adrián me había usado, me había tendido una trampa. Se habían frustrado sus planes pero él sí tenía un plan B.


4 comentarios:

  1. Excelente Luli! Un policial negro como los que me gustan. Gran final! Felicitaciones!!

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  2. Gracias Osvaldo. Qué linda sensación la de leer comentarios como los tuyos.

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  3. Hola, Luli

    A mí se me hace confusa la historia. Creo que el párrafo nodal, el que comienza con "Un infarto. Un maldito infarto." no puntualiza de qué va el infarto. Es decir, uno tiene que volver, e interpretar que la pareja de la mujer tuvo un infarto y que murió de eso, de un infarto. Si es así, quizá podrías darle una vuelta y dejar en claro que el hombre de la casa muere de un infarto: Un infarto. El hombre murió de un maldito infarto, por ejemplo.

    Luego, el personaje que relata en primera persona, le había escrito una carta a Adrián. Carta que Adrián utilizó para inculparlo. Ahora, ¿cómo sería la cosa para que el fallecido tenga el mismo apodo que Adrián? Al menos así lo entiendo yo. Si es así, me parece que sería mejor prescindir del apodo, es decir, una carta sin destinatario y sin remitente —dado lo que dice, se suponte que tanto emisor como receptor saben quiénes son— creo que podría ser utilizada con más facilidad en contra del cómplice de Adrián.

    Un abrazo.

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    1. Hola Silvio. Muchas gracias por tus observaciones.
      Al escribirlo me imaginé que Adrián se hacía llamar Chachi, alias de su amante (el dueño de la casa, el que muere de un infarto) y se frustraron sus planes.
      Engañó a su cómplice, con el que también había mantenido una relación. Lo utilizó.
      Así lo entendió el narrador.
      Igual, un texto tiene muchas interpretaciones posibles, muchas lecturas.
      Vuelvo a agradecerte por tu comentario.
      Espero que encuentres menos confusión en alguno de mis otros relatos.
      Saludos.

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